Se describen 4 estilos de crianza, los que también afectan el desarrollo alimentario:
1. Respetuoso: el adulto a cargo apoya y orienta al niño(a) en su proceso, lo considera, responde frente a la demanda del niño. Este estilo se asocia a alimentación más sana.
2. Autoritario: el adulto a cargo impone lo que desea, no considera al niño(a). Este estilo se asocia al sobrepeso.
3. Indulgente: el adulto a cargo no impone, ni orienta al niño, pero hace lo que desea, con una desconexión emocional del niño(a).
4. Negligente: el adulto a cargo ignora al niño(a), no lo considera y lo deja hacer lo que quiere, con una desconexión emocional del niño(a).
De acuerdo a los estudios sobre Estilos de Crianza, las prácticas que mayormente predicen tendencia a la obesidad y otras dificultades en la alimentación son los del tipo Autoritario y Negligente.
Las prácticas negativas de estos estilos suelen ser:
• Amenazar o castigar al niño/a por no comer.
• Quitarle la comida o amenazarlo que no comerá en las próximas horas.
• Pelear con el niño, obligándole a que coma.
• Presentar una tendencia de estar apurando al niño para que coma en los tiempos establecidos por los padres.
• Retar y/o rechazar al niño por no comer.
• Expectativas no realistas en relación a la alimentación (“que coma y en el tiempo esperado”).
• Evitar mostrar expresiones faciales y/o reacciones emocionales negativas en los momentos de la comida.
• Hacer de la alimentación el tema principal de la familia.
• Evitar reacciones emocionales descontroladas porque el niño no come.
• Evitar interpretar las reacciones emocionales del niño siempre como hambre (“tu no tienes rabia, estás llorando porque no has comido”).
• No dar importancia a lo que coma el niño, estableciendo un estilo de “que coma lo que quiera y cuando quiera”.
Por el contrario, el estilo de crianza que mayormente predice una alimentación saludable y bajos índices de dificultades en la alimentación es el estilo respetuoso:
• Respetar el tiempo del niño, pidiéndole que vaya comiendo de a poco y en porciones pequeñas.
• Alimentar en ambientes tranquilos, pero emocionalmente positivos, en donde comer no es solo el objetivo último y final (sino que también conversar, compartir y relacionarse).
• Hacer preguntas sobre la comida y la experiencia de comer.
• Dialogar sobre los gustos, aversiones y tipos de comida.
• Ayudar al niño a comer.
• Permitir que el niño vaya aprendiendo a comer solo, dándole su tiempo.
Lic. Romina Berto